Unir Constelaciones – Capítulo III

La usina fue el lugar donde mas tiempo pudimos estar, a pesar de la gran incomodidad del piso, sin ventanas, sin duchas pero con un gran amor a la práctica, donde amigos y conocidos se acercaban a ver que era el Karate o mejor dicho como lo practicábamos.

Cada tanto, alguien se paraba en la puerta y preguntaba si se podía integrar, así fue que dejamos de ser cinco personas, pero la rotación era constante, allí nos siguieron los hermanos Pérez (Jorge Pérez es hoy otro instructor histórico de aquella lucha en Paraná, Entre Ríos), Daniel Flores, Mazoletti  “lobito” para los amigos,  Meneguin (que fuera años después Director de la secundaria Artes Visuales. Los que mas recuerdo de aquella primera etapa, .- pero como en las películas, empezaron las rivalidades por algún motivo, escuelas escondidas de supuestas artes marciales empezaron a pulular por ósmosis, influenciada por la serie televisiva Kung-Fu, y a cuestionarnos, ¡¡a nosotros¡¡ que éramos el legado de Samurai en Concordia, si, así y todo habían practicantes de otras pseudo artes marciales, que nos veían en esa usina abandonada, y el comentario, que éramos unos chantas y que nuestro profesor no podía enseñarnos porque era un cinturón verde, en cambio ellos tenían 7mos y 9nos Danes.

Recuerdo que uno de esos instructores decía que era 3er Dan de Aikido (para que tengan una idea el Sensei Kurata era 3er Dan en aquella época), 4to Dan de Karate (Sensei Inoue era 2do Dan) y 2do Dan de Judo (Oscar Stractico Campeón Argentino), sumaba todos los Danes y entonces ostentaba el 9no Dan. ¡Me quería matar! ¡escuchar eso!. 

Y lo que enseñaba, por Dios! Un compañero de colegio practicaba con ellos y utilizaban ropa negra, yo le decía “vení con nosotros, ese es un chanta” (típica competencia adolescente) y empezábamos con las comparaciones técnicas en los recreos del colegio. Un día, este estilo de arte marcial, hace una exhibición en el Círculo Italiano. Sanabria, “Lobito” Mazoletti y Ruiz Díaz van a ver lo que hacían; en un momento después de demostrar técnicas combinadas (un desastre), pasan a realizar roturas, y al tocar la viga de madera en una prueba de acercamiento, antes del impacto en el brazo de un practicante, esta hace un crujido. 

¡Está preparada!, gritan Mazoletti y Sanabria, la gente se empieza a poner nerviosa porque obvio eran parientes y amigos de los exhibidores. Me cuentan que se acercan a las otras maderas después de la demostración y las ven preparadas con una espiga para que sea mas fácil la rotura. Obvio esto ofuscó a los de la exhibición, y terminó con insultos. La rivalidad había comenzado.

Al otro día fue el gran comentario en la práctica y Humeres nos reta: “¿Para que hacen eso? ¡Es peor!”, y al no saber que contestar, Sanabria responde: “nosotros tratamos de hacer un Karate serio y divulgarlo y esta gente enseña esa truchada engañando a la gente y a sus practicantes. Por el desconocimiento que hay de las artes marciales, les muestra un camino fácil diciendo que eso es Arte Marcial, y no es así”.

Yo solo escuchaba presenciando la discusión, y pasamos a practicar una vez terminados los distintos conceptos sobre el caso. Yo estaba en un todo de acuerdo con Tito. Al otro día en el colegio, mi compañero que practicaba ese estilo, me increpa de lo maleducado que fueron mis amigos de práctica, diciendo que estuvo re mal lo que hicieron, a lo cual respondí:  “Mirá Coronel, lo malo es engañar de esa forma al público con maderas preparadas”. Y se calló, no me habló más de karate. En el transcurso del año dejó su práctica, pero tampoco quiso empezar con nosotros.

Unos días después aparece una persona en la puerta y pide hablar con el instructor. Sanabria se da cuenta (era uno de los discípulos integrantes de aquella exhibición), y no deja que Humeres se involucre. -¿Quiere hablar con el instructor?-, Sanabria le dice: “Yo soy el instructor!”, y empiezan una discusión que termina con un desafío y duelo de Kumite en la playa Los Sauces, al siguiente día. No pude asistir, pero esta fue la narración de los presentes: 

Sanabria va acompañado con Mazoletti y Ruíz Díaz, y se encuentran con el contrincante, que se para entre la puerta de nuestra Usina y su maestro. Luego de un intercambio de ofensas, Mazoletti se cansa y los invita definitivamente a pelear, y le da tal paliza al contrincante que pide por favor arriba del capot del 4L de Sanabria, que no le pegue, mientras Tito trataba de que no le abollen el capot! Jajaja, Allí dicen que fue el fin de la discusión y de aquella escuela. Lobito hacia cuatro meses que practicaba con nosotros y su contrincante era cinturón Negro…

Corrió como reguero de pólvora, chusmerío de pueblo chico, pero increíblemente  aumenta la inscripción de practicantes en nuestro grupo.

Humeres y Sanabria toman una decisión que cambiará y afirmará el camino de la escuela Shotokan en la ciudad y en nuestras vidas en forma definitiva y sin más cuestionamientos.

 

“La gran decisión”: Traer al maestro de Pedro a Nuestra ciudad. Pedro nos indica que el quería conocernos, y comenzamos todos los preparativos para la gran visita y prueba de nuestro verdadero nivel de práctica.

Continuará

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