Mi Último Refugio y el Camino con mi Maestro

Volví de la provincia a mi querida y nunca bien amada Buenos Aires, y vivía lejos de Samurai y mas lejos aun por mi economía estudiantil, así que intenté ir a Karate Club de Carlos Prina, e intenté verlo a Sergio Ulloa porque lo consideraba el mas técnico de todos los Argentinos…, pero nada de eso ocurrió, luego de un tiempo, comencé a trabajar un una empresa de renombrada marca japonesa, con dueños japoneses, muy afamada, me lleva mi primo Jorge, pues me daba tiempo para estudiar en aquella época, 1980.

Allí, con otro compañero de trabajo trato de incursionar antes que nada, en otra escuela de Karate, la del profesor Takeshi Miagui, después de ver una clase me pareció lo más tradicional después de Samurai.

El primer intento: el maestro no estaba y nos volvimos. El segundo intento, día sábado, lluvia torrencial, estábamos en moto y con Julio mi compañero nos quedamos en su casa viendo películas en Beta Max (toda una novedad para la época…)

El lunes siguiente en el trabajo ya había llevado nuevamente el bolso porque decidimos no fallar ese día nuevamente, la tercera es la vencida le dije…, pero algo ocurrió sorpresivamente…

El ascensor se abre y sale de el Sensei Inoue¡¡¡, lo veo pasar por delante de la oficina de administración, y va directo a hablar con el dueño de la empresa, Murase San.

-¿Lo viste?- me dice Julio.

-¡Si!- le respondo.

-Bueno espéralo cuando salga y háblale¡¡-

Nervios y escalofrío de timidez, habían pasado muchos años del último torneo Argentino, muchos de la última vez que fuera a Concordia.

Lo espero en el pasillo, y al verlo lo saludo -¡¡Oss Sensei¡¡-

Me mira, y trata de recordar…

-¡¡Que hace vos aquí?¡¡

-Trabajo aquí Sensei¡¡-

-¡¡Que bien¡¡ venga a practicar¡¡-

-¡Oss¡¡-

-¡Salgo a las 6, Sensei¡¡-

-ok, a las 7 espero¡-

-¡Oss¡ estaré allí¡¡¡-

Desde ese reencuentro toda mi vida se construyó, de casa al trabajo, y del trabajo a Samurai, y nuevamente a casa. Sentí como si una fuerza poderosa obstaculizara el camino que estaba por tomar, y lo enderezara hasta ese lugar, esa hora, ese día, ese instante ¡¡feliz¡¡ de encontrar el enlace nuevamente, de unir constelaciones de vida…. Además, con tanta exactitud, pues lo económico ya no era impedimento, tenia empleo¡¡.

Al llegar y entrar todas la caras voltearon hacia mi, con signo de interrogación, e inmediatamente comenzaron a probarme distintas graduaciones, ya era un competidor consumado, nada mas que fuera de estado, pero enseguida supe que estaba en SAMURAI, y su ambiente de gran fricción, donde los egos flotaban en su aire, fue así que tuve que exponer el mío, para obtener respeto, pero después de las contiendas siempre mi mayor cordialidad, el grupo era muy exclusivo, y su fama de pertenecer no era tarea fácil…, pero supe ganarme la confianza de mis compañero y construí las grandes amistades de hoy.

Han Pasado 33 años, desde que pisara aquel ambiente ideal…

¿lo pinté? SI, varias veces, los kohai escapaban porque sabían que les ocuparía otro fin de semana más¡¡. -¿de qué color?- ni Sensei lo sabría, en su sorpresa solo nos decía -¡¡me gusta¡¡- o -¡¡no me gusta!!- y a pintarlo otra vez.

Levante su piso, lo hicimos mas que flotante, pusimos gomas en sus tirantes con la ayuda de los kohais de aquella época, antirruidos, para que no se quejara Pericles, y otra semana santa en Samurai.

Pero más allá de eso, y mi espíritu en su nombre, como narrara un compañero de Uruguay, -Viví sus gritos a reunión,  múltiples kiai, kihon, y el kata que nunca hicimos, kumites, golpes, nombres, apellidos,  gestos; los tuyos y los míos, hacer la mejor técnica para que Sensei lo notara, la alegría de lograrla y su  reto por no hacerla, cansancio, olores, salivar por la ventana y el sonido  del Shinai en nuestras cabezas para corregir el repugnante hecho. -¡¡Danieee¡¡ makiwara¡¡- y nudillos sangrantes otra vez.

Espiar por el pasillo para saber si estaba, tertulia de vestuario y continuar transpirando pensando en decidir si podría aguantar otra clase más. Ir a entrenar en soledad…, subir la oscura escalera, empujar su vieja y crujiente puerta de hierro, con el temor de que tal vez el espíritu de Michihisa me recibiera, y el honor de portar su llave…

No tuve el tiempo de despedirme como corresponde, pero fue y será siempre en mi corazón “El ambiente Ideal de crecimiento interior de jóvenes que creímos en otra forma de vivir”

OSS!!

Samurai

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