La verdad mucho después supe de la magnitud de aquella pérdida. Primero porque tenía 14 años y para un adolescente la muerte siempre se ve de lejos. Segundo porque a seiscientos kilómetros de distancia y ferry para cruzar el río de Zárate Brazo Largo, alejaban más, no saber quien era, y en nuestro egoísmo solo desilusión, ya que nuevamente nos quedamos sin nuestra conexión con el Karate. Y Tercero porque aun no cultivábamos el amor a un Sensei porque no sabíamos que era tenerlo, ni lo habíamos encontrado aún.
Así fue que en ese impas solo entrenábamos las técnicas hasta allí transmitidas por Pedro. Que también tuvo lo suyo, en ese paréntesis de karate, Sanabria y Ruiz Díaz me introducen en el atletismo, para obtener resistencia y musculatura, El ya lo practicaba, y su apodo era Musculito ¡jajá!, era motivo que lo ponía furioso cuando algunos conocidos le gritaban por la calle, como cargada hasta el punto de agarrarse a las trompadas, puesto que por aquellas épocas pocos practicaban el Fisicoculturismo y cuando el se daba cuenta que se lo decían en forma de sorna, montaba en cólera y sus sobradores de turno la pasaban muy mal.
Fue así que un día de noche me pasan a buscar a correr, ¡¡CORRER¡¡, correr a quien? pregunté. ¡a correr¡, me responde, para entrenar resistencia, me dice, la verdad esa iba a ser la primera vez que correría por correr, el famoso “footing”, pregunté “¿a dónde vamos?, por aquí nomás?” ¡A San Carlos¡, responde, ¿escuché bien? me pregunté, ¿A dónde? volví a cuestionar, “¿donde está el castillo?” dije con cara de ni en pedo y en retranca; Sanabria larga una carcajada, ¡¡Sí, hasta allá¡¡ afirma, yo solo iba allí en el Torino de mis tíos, con Raúl mi Primo, para practicar el dominio del derrape en las curvas en el circuito de ripio de aproximadamente 6 kilómetros, demás está decir que para la mentalidad de la gente eso era un lugar lejos, imagínense que se iba al almacén o a la panadería en auto, viejas costumbres de ciudad chica.
Y allí fui, ya estaba exhausto de solo pensar, los tres corriendo a la par, pensé que llegábamos a la puerta del Parque Rivadavia y volvíamos, así que empecé a aminorar la marcha, pero no fue así, ellos se introdujeron dentro del circuito y los perdí¡¡¡ obvio ellos estaban entrenados, y yo? verdadera piltrafa humana andante, casi bailoteando en zigzag, queriendo agua para beber, los seguí ya sin verlos y los coches de frente encandilándome, ya era noche, las 21hs más o menos, y recordé que San Carlos a esa hora además se tornaba en “Villa Cariño” , las pareja allí trataban de concretar sus apetitos sexuales. Jajá, por aquella razón ponían la luz alta para que no pudiese distinguir quienes eran sus ocupantes para después chusmear en el café de moda del pueblo.
Por primera vez recorrí a pie el circuito de aquel parque encantado, miré el cielo estrellado, ya no me importó estar solo, me concentré en rearmar mi decaído espíritu y seguir, de hecho cada tanto caminaba para tomar aliento y retomar luego mi trote, en un momento sin pensarlo aparece ante mi el famoso “Hostal del Río”, la confitería bailable más famosa de la región, por su vista a Salto Chico, sus enormes ventanales como cuadros, el hogar en el centro de la pista de baile, su techo de paja y chimenea humeante, no me podía imaginar bailando allí con alguna chica aún, pero mis hormonas estaban dispuestas llegado el caso, faltaría un par de años más para vivirlo intensamente.
Pasando el Hostal la bajada estaba ante mi, y dejé mi cuerpo en libertad para aprovechar aquella depresión y no esforzar mi cansado trote, de pronto la oscuridad me invadió, y no se por qué pensé en la “oscuridad misma”, me vinieron imágenes de películas de terror, espíritus malignos y otras yerbas, pronto, pensé en Barnabas Collins, el Drácula de la época, Pensilvania y toda esa mierda, al ver el tenebroso Castillo a mi izquierda en lo alto y en la oscuridad, reflejada por la luz de la luna a mi derecha desde el río, mis piernas reaccionaron no me pregunten por qué, pero la fuerza e impulso para llegar a la salida fue sobrehumana, tan sobrehumana como los monstruos que atormentaron mi cabeza en aquel momento, empecé a putearlos a los dos por haberme llevado hasta allí, me juré no volver a correr más por las noches en “San Carlos”, la luna reflejaba su luz a mi derecha y el corazón sonaba más que el bombo del Tula. Entro a un arenal y se me llenan las zapatillas y la P..M y Sanabria y Vito Q…T… Parió…y seguí corriendo sin importarme nada, traté de dejar la mente en blanco, mejor, pensar en lo cansado que estaba, era más benigno que ¡¡¡toda la mierda de zombis en mi cabeza¡¡¡. En ese momento, miré sobre mi hombre y la silueta del terrorífico castillo en la loma ya se perdía en la lejanía en mi repentina y vertiginosa carrera… por suerte, pero no se por qué seguía sintiendo las ánimas detrás mío, hasta que se disiparon al llegar a la entrada del parque y encontrar a los dos esperándome sentados en un muro.
¿Y, qué te pasó? Dice Tito. ¡Nada!, respondí, ¿Por qué tardaste tanto? (con su sonrisita socarrona), le respondo con la misma pregunta. ¿Por qué tardaste tanto?, poniendo tono bobalicón, mientras oía sus risitas y me sacaba la arena de las zapatillas. ¿Y, estás bien? (ahora tono de preocupación). ¡Si¡, les respondo, ¿por qué no se van a la mierda?, y al rato ellos retoman el trote nuevamente descansado y hacia la ciudad por la carretera, les grito “¡Noooo¡ paren!”, pero ellos se alejaban, no me escuchan, pero Dios debía estar de mi parte me dije, al ver pasar el 2 (colectivo). Y le hago seña para que pare y este para en mi suerte, meto la mano en el bolsillo mientras llego a la parada, tenía plata, más suerte dije, era para la coca cola, me subo y me siento con todo el placer del alma, y los veo a Tito y Vito corriendo al costado de la carretera, saco mi cabeza por la ventana y les grito ¡Chau, nos vemos!, y ya no escucho las barbaridades que me gritan, jajá, solo distingo sus ojos encendidos de furia, jajajá, me seguía riendo solo, pensando en lo que me dirían el día que nos volviéramos a encontrar en la práctica, jajá, mi imaginación era prolífica, jajá, una noche muy especial para comenzar mi entrenamiento de Karateka…
La alentadora noticia parecía llegar, al parecer el segundo instructor de Samurai, del Dojo de Sensei Itaya, se estaba haciendo cargo paulatinamente de las clases, así fue lo manifestado por Pedro al volver de otro de sus viajes, y retoma los contactos con Buenos Aires y la transmisión parecía afirmarse y continuar, … gran suerte para nosotros.
Nuestro grupo comienza a tener un crecimiento sostenido, y con buen atino Tito acuerda con Pedro para organizar un grupo de colaboración donde todos pagarían como una cuota para poder solventar los viajes de Humeres a Buenos Aires, y además propone la posibilidad de generar un fondo para el futuro alquiler de un local como espacio para tener un dojo propio. Es aquí donde cabe mi agradecimiento infinito a ellos más que nada porque en mi calidad de estudiante solo dejaba dinero cuando podía y la verdad poco podía, casi nunca, mis estudios se llevaban todo lo que me mandaban mis padres.
En el transcurso de esta idea, Pedro Humeres da examen y le otorgan la graduación de 7mo Kiu, de allí en más ya teníamos el primer graduado en el grupo, y sentimos por primera vez ciertos celos de competencia, pero con gran madurez Horacio Sanabria nos convoca y con sabiduría nos indica que Pedro Humeres de aquí en más será nuestro instructor, y debemos respetarlo como tal, nos explica que siendo el la persona que se sacrifica en las prácticas que nosotros desconocíamos en Buenos Aires, era el indicado, además de ser el único con la experiencia de haber dado un examen oficial de una verdadera escuela de Karate Do en Concordia, debería ser nuestro instructor, de allí en más la lucha solo se concentraba en obtener un lugar de práctica, pero nunca hallábamos el adecuado, nada tenia la soledad y el respeto de ambiente que requería un Dojo, pero a decir verdad en nuestras cabezas por aquellas épocas tampoco teníamos idea de cómo se conformaba el mismo, y para peor tampoco el conocimiento del respeto entre Sensei, Sempai, Kohai, ni hablar del Dojo Kun y menos decirle a Pedro “Maestro” después de ser compañeros y amigos en una sociedad que no conocía nada de la cultura oriental.
Imagínense la siguiente situación: Humeres después de estar bajo el rigor en el Instituto Samurai, se para ante nosotros y obviamente no sabe como expresar para que tomemos a bien las costumbres entre los practicantes dentro de un dojo, como debíamos comportarnos, eran costumbres que hoy, pienso, no se animaba, porque no sabía como íbamos a reaccionar, su prudencia fue magnifica, y rápidamente me di cuenta que Sanabria era su voz en nuestras charlas fuera de las prácticas, donde conversábamos en reuniones y asados sobre todas las costumbres, y preguntarnos el significado de la palabra “OSS¡¡”
Mis 14 años eran poca cosa para revertir cultura a personas mayores que Yo, es más, me empeñaba en no ser oriental sino uno más de ellos, y entendí mi equivocación, gracias a vivir esta historia junto a ellos.
Sanabria y Humeres consiguen obtener un permiso para poder utilizar el espacio de una vieja usina abandonada, de la vieja compañía de electricidad de la Ciudad de Concordia (hoy el Gimnasio Municipal), y allí fuimos a parar, practicábamos sobre el contrapiso, en invierno, no teníamos puerta, a veces teníamos que mojar el piso para que no se levantara el polvillo del mismo, y las palomas nuestras únicas compañeras, desde las cabreadas de metal, en momentos de mejor concentración se hacían notar de diferentes formas, que Ustedes se imaginarán, de allí en más, empezamos a practicar con el calzado llamado alpargatas.
¿Tener karategui? era otra odisea, las costureras de la zona nunca entendían lo que queríamos, y para peor cuando aparecíamos con diferentes tipos de lonas nos echaban de sus casas, jajá, como verán, nadie podrá negar que en los tiempos de hoy todo es mucho mas fácil, tal vez motiva que cuente estas historias, para que los jóvenes de hoy valoren porque tienen la posibilidad de practicar un Karate con solo elegir un gimnasio e ir a una casa deportiva y comprarse un karategui…